Tatuaje
Posted on 31 Diciembre 2009Tatuaje
Cuando era adolescente pensaba que un tatuaje me daría un toque de distinción entre los demás chicos de mi edad. El dragón que elegí para plasmarme en la piel no ocupaba más de un palmo, siempre intrigado por si el dolor sería más soportable si me lo hacían en menos tiempo. Sin embargo, con lo que no contaba, era con increíbles leyendas que anunciaban que el espíritu del tatuaje podía poseerte. Me parecía ingenuo darle este poder sobrenatural a la tinta de un dibujo; hasta que, pasados unos años, comencé a tener visiones extrañas en las que sobrevolaba palacios irlandeses, y al vuelo, raptaba princesas rosas de cuento, que siempre amenazaban con que un valeroso y gentil caballero las iba a salvar de mis garras.
Uno de esos días en que la luz del sol resultó ser más insoportable que nunca al levantarme de la cama, sentí que mis manos estaban húmedas; a la vez que me las frotaba, abrí realmente mis ojos y me di cuenta que estaban cubiertas de sangre, al igual que el resto de mi cuerpo desnudo. Al cotejarme tanteándome piernas, espalda, torso, brazos y cabeza, me cercioré de que yo no estaba herido y de que aquella sangre no era la mía.
No quería recordar nada de lo que hubiese pasado en esa noche de tormento, no obstante no pude evitar mirar hacia atrás y constatar que de las sábanas salía un reguero de sangre roja como el carmín, donde sin duda se originaba mi pesadilla real. Las sábanas se amontonaban en uno de los laterales de la cama… ¿Quizá hubiera alguien allí tapado?
Estaba temblando, y sin alejarme de la pared como si ésta me protegiera, me dejé resbalar hasta el picaporte de la puerta. Salí a toda prisa de la habitación, llorando y gimiendo como si fuera un niño chico; al llegar a la cocina, después de despejarme lavándome la cara con agua fresca, me serví dos o tres vasos de agua helada y me relajé un poco en una de las sillas.
Cuando me pareció que me había serenado, volví por el pasillo negándome lo que había visto, achinando los ojos como si así estuviera más alerta y entreabriendo la boca por si me faltaba el aire para respirar… El montículo de las sábanas seguía allí intacto…
Me armé de valor y me acerqué. Me senté en la cama, y mordiéndome los labios, tiré de una de las puntas de la sábana y… descubrí el cuerpo de una joven muchacha sin vida, a la que parecía que alguien le había arrancado el corazón. Estaba sentada, recostada en unos cuantos cojines que la mantenían erguida, y entre sus cabellos largos y rubios, el agujero de su pecho hacía certera su gran pérdida.
Asimismo, escapé dando tumbos del cuarto, pero tuve que entrar en el baño para vomitar. Después, encendí la luz y tiré de la cadena…
Me pareció que había algo en el interior de la bañera, y para ver mejor lo que era me puse en cuclillas… Todavía estaba caliente… todavía latía… Era el corazón de la joven… Pero por fin he comprendido que mi tatuaje soy yo… Y el dragón que antes era pequeño, iba creciendo hasta que pudiera reclamar su mente y su cuerpo.
Habían pasado ya tres tercios de mi vida, y mi piel avejentada no era la que por mi edad correspondía, era una especie de armadura de escamas y membranas carenadas… Además mi voz cada vez era más ronca y gutural…
PILAR ANA TOLOSANA ARTOLA
Categories: Textos
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